distanciarse del mal
ya no es un bien contable,
ya los barcos dejaron de cobijar
polizones
y todo el mundo viaja a lomos del mismo
animal.
los que fuimos grumetes o suicidas
y ahora lóbregos lobos de versículos
largos,
contamos las canas
con usura de años
y los labios partidos de gritar sin
hallar eco
y las frentes doloridas de tanto
apoyarlas en los quicios de las puertas que no sabes dónde llevan.
pero había que huir de cualquier
adjetivo
que oliese a distancia, a silencio u
olvido.
inútiles como hermosos cachorros de
un espejismo,
mucho más rocinantes que quijotes,
mucho más atribulados que
nostágicos,
la soledad se hizo un ovillo en algunos
de nosotros.
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