En un camarote
olvidado
pudre su
juventud y sale a flote
la resignación,
como una baliza,
que le llevará
a puerto una vez más.
Mueve el
pescado con manos atrofiadas
por la rutina y
el frío
y cuando está
harto de todo, se pone a cantar
cosas antiguas
de su tierra.
A veces hay más
risas que sonrisas,
hay ratos de
tensión, mucho cansancio
y la vida fluye
tan despacio
que las horas
son trozos de jabón
sobre la piel
de un tiempo inamovible.
Esta vez
tampoco será buena la marea,
pero al meno no
hubo ningún percance grave,
un par de
heridos, como siempre,
un poco de
ansiedad, el paranoico de turno,
y todo se
olvidará
al poner los
pies en tierra.
Como una bala
disparada sin destino,
así se siente
arrojado hacia el futuro.
Se comprará por
navidad alguna cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario